En las afueras del Reino de Sé, aquel notable que en mis anteriores historias había temido ser un fantasma, vivía un pequeño y hermoso ratón, inquieto, vagabundo, vanidoso y rufián, de nombre Salto, llevaba meses rondando la idea de efectuar el gran robo que le haría famoso, ilustre, digno de ser la estampida número uno del periódico del pueblo, tanto soñaba Salto con la gloria de la fama, que se había propuesto la más osada de las aventuras... asaltar a la Luna.
Desde que nació, Salto escuchaba aquellas historias que tanto aclamaban a este hermoso celestial redondel, que en su relleno le colmaba tanto queso, que debía esconderse cuando salía su hermano el Sol, para que no derritiera su delicioso lácteo, y por las noches, en el fresco, Luna salía presumiendo a los planetas su queso tan codiciado, en este caso, para Salto, el ratón.
Ahora que era un audaz jovenzuelo, fuerte y osado, Salto empezó a planear su atraco aprovechando que la Luna se encontraba en todo su esplendor de Llena, recordó que en el reino de Sé, vivía la Mantarraya Rosa, el ser más rebosante en sabiduría de aquel reino y quien llevaba en sus hombros el mito de que además de nadar, podía volar a distancias tan lejanas que cuando lo hacía, todas las estrellas le saludaban con simpatía y le detenían para charlar, al tiempo que le invitaban una taza de cielo caliente antes de que prosiguiera su viaje al interior del cosmos.
Salto pensó en sus adentros... -¡Mantarraya me puede llevar a la Luna!- y corriendo llegó hasta el reino de Sé, encontró a la hermosa nadadora en el estanque y le dijo: - Mantarraya, necesito de tus servicios- Ella le respondió: - Salto, que gusto verte, espero que ahora hayas dejado de amar lo ajeno y estés muy tranquilo dejando en paz a los habitantes de tu pueblo-. Salto, recordando que estaba ante una conocida pitonisa, intuyó que tenía que engañarle muy bien para conseguir su fin y le exclamó: -Ay amiga, vengo a pedirte ayuda, me han dicho que la Luna tiene un trabajo para mí y creo que me haría muy bien explorar otros horizontes.-
Mantarraya conocía a la perfección a Salto y sabía que algo no andaba bien, pero avalado por su noble corazón, prefirió acompañarlo en su aventura para asi vigilarlo de cerca y estar atenta a auxiliar si algo se necesitara, entonces le concluyó: -Salto, vamos, pero quiero saber el desenlace de tu entrevista con la Luna, te dejaré ahí y me iré a saludar a mis amigas las estrellas y pasado un rato regresaré para que me enteres de como te ha ido-
Salto empezó a brincar de alegría y emoción, pues había resuelto como viajar a la Luna, pensó que se le estaban acomodando las cosas ya que también tenía como transporte de regreso, a la Mantarraya Rosa.
Salto se subió a Mantarraya y volaron, cruzaron varios planetas, las estrellas les sonreían y el ratón solo podía pensar una cosa... llenar su botín con tremendo queso y regresar para venderlo en grandes cantidades de peniques, pues al decirles que el queso provenía de la luna, podía darse el lujo de venderlo al precio que se le antojara. Al llegar, Mantarraya dejó a Salto en la Luna y se fué lejos a saludar a sus amigas las estrellas.
Salto se dió cuenta de que la Luna descansaba, entonces sacó su daga y le propinó tremendo corte, saliendo rayos de luz inmensos que cegaron por un momento al ambicioso ratón, se escuchó un estallido grito que debe haber retumbado en toda la galaxia: -¡Ayyyy, pero que estás haciendo bigotes de sapo!-
Salto llegó hasta los ojos de la Luna y le dijo su famosa oración: -No te muevas, ¡esto es un asalto!- La Luna, tan sorprendida como furiosa empezó a girar sobre si misma, haciendo que Salto se cayera en cada giro, hasta que logró marearlo tanto, que Salto quedó tumbado y sin aliento.
-¡Pero eres ridículo!, ¿A quién se le ocurre asaltarme y que es lo que pretendes quitarme malandrín?- le gritó enfurecida la Luna, Salto asustado le dijo: -Pues todo el queso que tienes, ¡dame un poco por lo menos!-
La Luna empezó a reir tanto, que su amigo Sol salió un poco para saber que es lo que estaba ocurriendo y le dijo: -Ey querida amiga, ¿tu estás bien?
Salto al darse cuenta de que Sol estaba ahí le dijo: -Vete, vete o vas a derretir todo su queso- El Sol se dió cuenta de lo que estaba pasando y se unió a las carcajadas de su hermana Luna y decidió dejarles resolver su asunto, regresando él, a su plácido descanso.
La Luna respiró de tan divertida situación y finalmente le confesó al confundido ratón: -Mira muchacho, todo lo que has tramado para venir aquí de nada te ha servido, yo no tengo queso, si yo tuviera queso ¡estaría repartiéndolo por las noches, caerían a trozos los pedazos de queso para que todos pudieran comerlos!, tal como pasa con la luz que sale de mi, ¿acaso te pido yo algún pago por alumbrarte por las noches?-
Salto avergonzado le contestó: -No, solo iluminas y ya- La Luna continuó la lección diciéndole: -Ratón, observa que las habladurías sin fundamento no conducen a nada bueno, ni tampoco la avaricia, pero entiendo que al emprender cualquier osadía, terminarás por convencerte a ti mismo de la situación. Lo que se vive, lo que se habla, lo que se da, es una extensión de ti mismo, observa pues buen amigo, lo que te rodea a cada momento y lo que tu mismo procuras y hacia donde caminas, la vida es compartir, no es quitar, la vida es mucho más, vivir significa compartirse sin reservas, siendo y dejando ser, la libertad se siente cuando te asalta el despojo del miedo y se lo lleva todo y a partir de ahí, es tan fácil ser feliz cuando se ama. Por eso, Salto, deja de temer y provocar temor a los otros, sábete que si yo hubiera estado rellena de queso, ya lo tendrías tú y todos los demás, porque así he decidido que sea mi naturaleza. Entonces, déjame hacer lo mío.-
Mantarraya desde donde estaba, había escuchado los giros de la Luna, adivinó todo lo que había acontecido y ya estaba de vuelta, observó a Salto con la cabeza agachada y con amor le dijo:
-Tu estandarte siempre ha de ser la sinceridad,
a las habladurías nunca hay que creer
ante ellas solo queda callar
y nunca por juicios, llegar a actuar.
Salto, has de comprender,
aquel que entrega sin reservas, no se guarda nada para sí,
¿cómo pudiste pensar que la Luna se resguardaba algo sin compartirlo?
Salto, ¡que grandiosa lección tu ya has aprendido!
Si alguna cosa has de obtener
pide y sin duda se te concederá
al generoso nunca hay que asaltar
pues el que es espléndido, Todo te entregará.-
Salto asombrado y admirado les preguntó a ambas: -Luna, Mantarraya, pero como es que ustedes son tan sabias?- Ambas se miraron y con voz tierna la Luna le dijo al simpático animal: -Ratón, nosotras también fuimos como tú, pero esa, es otra historia-
Luna y Ratón se abrazaron y despidiéndose de las estrellas, éste regresó montado en la Mantarraya Rosa, a partir de ese día, Salto se mudó de las afueras, al reino de Sé, vivió feliz, tranquilo y saltarín, dejando atrás su pasado acontecido, procedió a fincarse un honesto porvenir.
A la que escribe le susurraron lo ocurrido y en mi mesita de noche, amaneció una nota que decía: -"Salto estuvo aquí y esa experiencia la viví".-
Y Yo con la inspiración de esa taza de cielo caliente a mi lado,
su fabulosa historia me he propuesto compartir.
De corazón,
Sol Kurakao